abril 05, 2008

Aguaturbias docentes

Si tuviera que contestar a las siguientes preguntas: ¿Qué es una cárcel ? ¿Y un manicomio? ¿Cuál es la función real del ejército? ¿Y de la policía? Y respondiese en pocas palabras son la brutalidad, la violencia,... instituciones del Estado de los poderosos creadas para mantener sus privilegios mi pensamiento sería comprendido de inmediato por todas las mentes progresistas. No necesitaría, ciertamente, grandes razonamientos para demostrarlo. ¿Por qué razón, sin embargo, no puedo agregar a las incógnitas anteriores ¿Qué es la escuela? sin ser acusado de “exagerado”, “cerrado”, “extremista” o “principista” por los militantes de reformismo educativo y el humanismo didáctico.

La respuesta no es simple. Principalmente se trata del mito creado alrededor de la escuela. Es la institución estatal fetiche por excelencia: es a la vez emanación y encubrimiento de las contradictorias relaciones sociales que la determinan. No se muestra como un poder ajeno y es determinante en la conciencia ordinaria. Detrás del espejismo del ascenso social a través de la igualdad de oportunidades en la educación pública y la obtención de títulos se oculta un mecanismo que colaborara con la estratificación social y naturaliza las diferencias de clase principalmente seleccionando a “aptos” y “no aptos” reubicándolos en el sistema de producción.

Creado en nuestro país por la generación del ochenta el mito de la escuela junto a otros (el indio ignorante e inculto, la traición de Bolívar en Guayaquil, el ferrocarril, el gaucho haragán, el progreso, Europa, el ejército patriota, la luz del ingenio con que el padre del aula iluminó la noche de ignorancia, etc.) es defendido por cuanto político o sindicalista esté en campaña y en todas las reuniones de la intelectualidad urbana.

Rara vez analizada a fondo por maestros, profesores e intelectuales y nunca puesta sobre el porta-objetos de la autocrítica real por parte de los docentes ha venido funcionando al compás de los caóticos proyectos de la burguesía.

No es la escuela la simple consecuencia de las didácticas de moda que se aplican en ella, sino una institución específica dentro del campo más general de las demás instituciones de control del poder. La escuela es resultado de un proceso histórico que continua en movimiento y se dirige hacia donde va el modelo productivo. Los maestros y alumnos son resultado de esto al igual que guardiacárceles y presos, que psiquiatras y dementes.

Desde estas páginas nos proponemos desmitificar, haciendo públicos hechos aberrantes que sufren niños y adolescentes a diario en las escuelas y que indignamente son silenciados hasta por los más entusiastas y esforzados “orientadores” del aprendizaje. El espíritu de cuerpo, la obediencia debida, el encubrimiento, la justificación forzada y la excusa (tan propios de las fuerzas de seguridad) entre los adultos que trabajan en las escuelas guardan bajo siete llaves situaciones que van desde el suplicio y la humillación pública, hasta la discriminación sexual, política y étnica, pasando por el autoritarismo, el hacinamiento, la estimulación de la competencia, el maltrato, los gritos, el aplastamiento de los “distintos” y el desprecio por la sensibilidad entre otras tragedias.

El método será descriptivo. Tratando de ser lo más precisos que podamos en los relatos de esta sección que denominaremos:

Aguaturbias docentes

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